A diario me toca ver cómo los adultos se
dirigen a los niños,
por ejemplo, en el supermercado la mamá retando al hijo ante
la infaltable “pataleta”; cuando los papás se encuentran con un
amigo le dicen al niño “ya pues salude con un besito”; cuando los
van a buscar al colegio los llevan corriendo acompañado de la
frase “ya pues apúrate” en fin, tantas actitudes que los adultos
producto de la vida agitada ni siquiera nos detenemos a pensar.
Claro, es que somos adultos y como tal funcionamos desde un
mundo distinto, nos encantan los niños bien educados los “viejos
chicos” porque medimos las conductas de los niños en base a
nuestros parámetros. A este predominio de la visión de los
adultos por sobre los niños es lo que Barudy llama “cultura
adultista”. Pues bien, somos hijos de esta crianza adultista en
que aprendimos a comportarnos según las expectativas de éstos,
por lo que dichos rasgos
por ejemplo, en el supermercado la mamá retando al hijo ante
la infaltable “pataleta”; cuando los papás se encuentran con un
amigo le dicen al niño “ya pues salude con un besito”; cuando los
van a buscar al colegio los llevan corriendo acompañado de la
frase “ya pues apúrate” en fin, tantas actitudes que los adultos
producto de la vida agitada ni siquiera nos detenemos a pensar.
Claro, es que somos adultos y como tal funcionamos desde un
mundo distinto, nos encantan los niños bien educados los “viejos
chicos” porque medimos las conductas de los niños en base a
nuestros parámetros. A este predominio de la visión de los
adultos por sobre los niños es lo que Barudy llama “cultura
adultista”. Pues bien, somos hijos de esta crianza adultista en
que aprendimos a comportarnos según las expectativas de éstos,
por lo que dichos rasgos
saldrán a flote en algún momento cuando formamos a
nuestros
hijos.
El modelo educativo que asumimos los adultos no es cuestión
de elección, sino que se asocia a las creencias que se tienen sobre
el proceso de crianza - educación y, a las propias vivencias que
se hayan tenido a lo largo de la vida. Es así cómo la influencia
de nuestra representación social de infancia, entendida como “el
conjunto de creencias compartidas por la sociedad de lo que
significa ser niño” (Ps.Josefina Martínez), determinará la manera
de relacionarnos con los niños.
hijos.
El modelo educativo que asumimos los adultos no es cuestión
de elección, sino que se asocia a las creencias que se tienen sobre
el proceso de crianza - educación y, a las propias vivencias que
se hayan tenido a lo largo de la vida. Es así cómo la influencia
de nuestra representación social de infancia, entendida como “el
conjunto de creencias compartidas por la sociedad de lo que
significa ser niño” (Ps.Josefina Martínez), determinará la manera
de relacionarnos con los niños.
Así, desde nuestro mundo no nos damos
cuenta que los niños
nunca han sido adultos y tenemos apreciaciones que se transforman
en prácticas cotidianas:
nunca han sido adultos y tenemos apreciaciones que se transforman
en prácticas cotidianas:
1. No consideramos algunas conductas
como propias del momento
evolutivo, sino como “defectuosas” que en el extremo nos pueden
llevar a usar sistemas de disciplina autoritarios.
evolutivo, sino como “defectuosas” que en el extremo nos pueden
llevar a usar sistemas de disciplina autoritarios.
2. Se idealiza la infancia como un
período sin problemas ni
preocupaciones en que a los niños no les afectan las cosas, sin
embargo, olvidamos que deben cumplir tantas exigencias escolares
como extracurriculares que quedan sin tiempo para el ocio, para
jugar y divertirse.
preocupaciones en que a los niños no les afectan las cosas, sin
embargo, olvidamos que deben cumplir tantas exigencias escolares
como extracurriculares que quedan sin tiempo para el ocio, para
jugar y divertirse.
3. Desconocemos las necesidades de
los niños, no tenemos
tiempo de escucharlos ni tampoco les damos el espacio de
expresarse y nuestra forma común es decirles “ahora no, estoy
ocupado”.
tiempo de escucharlos ni tampoco les damos el espacio de
expresarse y nuestra forma común es decirles “ahora no, estoy
ocupado”.
4. En palabras de Barudy se los
“cosifica”, es decir, se les quita
su calidad de ser humano y los tomamos como objetos de nuestra
pertenencia incluso, su cuerpo se ve de público dominio
obligándolos a saludar de besos a todos los tíos, o el típico
comentario de papás “mi hijo, lo crío como quiero”.
su calidad de ser humano y los tomamos como objetos de nuestra
pertenencia incluso, su cuerpo se ve de público dominio
obligándolos a saludar de besos a todos los tíos, o el típico
comentario de papás “mi hijo, lo crío como quiero”.
5. Se ve a los niños como “cheques a
fecha” los valoramos por
lo que llegarán a ser en el futuro y perdemos de vista su presente.
lo que llegarán a ser en el futuro y perdemos de vista su presente.
A estas alturas, puede que muchos recién
ahora empiecen a
recordar acciones que los identifiquen con lo anterior y, que
probablemente desconocían. Entonces, ¿cómo poder revertir
estas ideas que nos fueron traspasadas generacionalmente?
recordar acciones que los identifiquen con lo anterior y, que
probablemente desconocían. Entonces, ¿cómo poder revertir
estas ideas que nos fueron traspasadas generacionalmente?
- Reconoce
a los niños como personas dignas de respeto y
trátalos bien.
trátalos bien.
- Visualízalos
como personas en desarrollo y no como
“adultos chicos”, ellos son diferentes a nosotros.
“adultos chicos”, ellos son diferentes a nosotros.
- Atiende
sus necesidades e inquietudes actuales considerándolas
como importantes y no como “mini problemas”.
como importantes y no como “mini problemas”.
- Acoge
y respeta sus emociones tanto positivas (alegrías)
como negativas (rabias, penas) , así estarás sintonizando
emotivamente con él.
como negativas (rabias, penas) , así estarás sintonizando
emotivamente con él.
- Reconoce
sus esfuerzos y fortalezas.
Ayúdalo a reconocer sus emociones, eso se llama “Alfabetizar
Emociones” (N. Milicic).
Ayúdalo a reconocer sus emociones, eso se llama “Alfabetizar
Emociones” (N. Milicic).
- Plantea
límites flexibles ajustados a la edad, en forma clara
y en positivo.
y en positivo.
- Permítele
tiempo para jugar.
- Conéctate
con tu propia infancia, eso te ayudará a empatizar
con el niño.
con el niño.
(Recomiendo el libro : “ Recuperar
el niño interior ” de C. G. Jung y otros )
Tenemos un gran desafío: salir del
paradigma Adultista, no es una tarea simple, pero si miramos el mundo infantil
desde la óptica de los niños podremos entenderlos de mejor manera.
Por Claudia Lewin, Psicóloga.
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